martes, 27 de octubre de 2009

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De pronto, la armonía que buscaba desde hacia tantas vueltas que la manecilla en el reloj comenzo a nacer.
La luz era precisa, el viento soplaba suave y al ritmo de la orquesta formada por los ruidos y murmullos de las calles, hoy particularmente hermosas y brillantes.
Los acordeones comenzaron a perseguirme, dibujando mi sonrisa al compás, me invadía un sentimiento enorme de satisfacción, equilibrio y alegría desde mis ojos hasta mis dedos.
Protagonizaba mi propia película con la fotografía perfecta.
Rojos, verdes, amarillos, sombras y brillos, sin cortes, sin pausas, subtitulada con mi idioma y con palomitas de maíz incluidas.
Caminaba rápido con una sonrisa que nadie podía apagar.
Sentía la necesidad de contagiar a todos con mi virus y siendo yo la enfermedad.
Ahora todos sonrien :)

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